La belleza de lo sencillo.

Melba Levick (Sacramento, Estados Unidos, 1944) llegó a Formentera en plena efervescencia del movimiento hippie, en 1968. Desde ese año mantiene una estrecha relación con la isla en la que reside durante largas temporadas compartiendo domicilio entre París y California. Su despegue profesional se produce con su primer libro de fotografías ‘Formentera’, con texto de Sijpko Wijk, editado en 1982. Le seguirá la serie sobre las Balears con Eivissa (1983), Mallorca (1984) y Menorca (1985). Después, más de cincuenta libros de fotografías de paisajes, arquitectura, interiorismo, viajes y naturaleza la consagran como una de las mejores fotógrafas en su género.
El trabajo de Melba Levick se caracteriza por su pulcritud, por la precisión de los encuadres y el tratamiento de la luz. La mayoría de su obra es en color y sus trabajos de madurez tienen tras de sí una cuidadosa puesta en escena en la que no improvisa ningún detalle. Todo está milimétricamente estudiado y calibrado para que, cuando dispara su cámara, se produzca ese momento mágico e irrepetible.
En esta exposición, Melba Levick muestra uno de sus secretos mejor guardados: su obra de juventud. Cuando llega a Formentera, a sus 24 años, se queda boquiabierta con la fuerza que desprende la isla cuyo magnetismo intenta captar en esta serie de fotos, en blanco y negro, y con un poderoso contraste que le otorgan ese aire de dramatismo que se apodera de los paisajes y de los personajes que retrata.
Habría que imaginar a Melba llegar a la isla, llena de ilusión por descubrir un universo desconocido y que se presentaba ante sus ojos como un atractivo misterio que escondía cientos de emociones y sensaciones por vivir. Con todo su potencial artístico por desarrollar, se encuentra en un escenario único donde la luz -la gran amada de los fotógrafos- está tan presente que casi ciega. Quizá ese sea el deseo escondido de esta colección donde el negro, toda la gama de grises y los blancos se realzan con la rotundidad y atrevimiento de los encuadres. Sus ganas de aprender también son evidentes ya que muchas de estas imágenes son auténticos experimentos visuales cuyo resultado hoy se presenta abrumador, lleno de fuerza, erotismo y pasión. El truco de su trabajo es justamente captar la atención con una mirada sencilla, pero muy bien definida técnicamente, que permite al espectador viajar en el tiempo para incrustarse, por unos segundos, en la Formentera de finales de los años sesenta y de las décadas de los setenta y ochenta.
Las 25 fotografías expuestas son algo más que sus primeros negativos, realizados entre 1969 y 1971, y representan un auténtico reto artístico. A la sobriedad de los retratos de payeses y payesas, con toda la contundencia de su cotidianeidad y la sencillez que desprenden, se une el contraste del mundo hippie que se adivina en el propio planteamiento fotográfico que realiza. Sus desnudos son una muestra más de la rebeldía de juventud y de las ganas de romper con los convencionalismos de finales de los sesenta que se contagian a toda su generación. Pero Melba Levick , en 1984, da una vuelta de tuerca e intenta traspasar el espejo de ‘Alicia en el país de las maravillas’ para colocarse delante del objetivo al mismo tiempo que encuadra mirando por el visor. Todo un ejercicio de duplicidad y simetría con un resultado sorprendente.
La exposición se completa con la proyección de las fotografías en color que forman parte de sus tres libros sobre Formentera. De esta forma, Melba nos invita a viajar y volver a mirarnos en sus imágenes en las que se reconocen varias generaciones de formenterenses y amantes de esta isla que le enseñó a ser la fotógrafa que hoy es.

Carmelo Convalia.
Formentera, 2 de julio de 2011.

En la sala















Momentos lejanos

Las fotos de Melba para esta exposición son una meta del alma. Más que imágenes, son ventanas abiertas sobre nuestra añoranza que nos permiten recordar este destino que hoy, aún en Formentera, hemos más o menos perdido, ha desparecido más o menos. Simplicidad, búsqueda, existencia, juego, sensualidad, una cierta ardua pureza y mucho más están presentes aquí. No es simplemente porque éramos jóvenes que aquellos de nosotros que tuvimos el privilegio de vivir estos momentos lejanos nunca hemos podido, en nuestro fuero interno, satisfacernos con menos.

Probablemente no estoy solo al ofrecer a Melba mi gratitud por la pena honda y deliciosa que provocan estas fotos profundamente significativas.

Hugh Levick

(trad. David Vergara)

Las fotos en blanco y negro

Las diapositivas en color

La inauguración